La lluvia... aquel fenómeno climático que reúne a la gente en torno a las sopaipillas. Esa parecía ser la premisa de mi abuela, cuando en inumerables ocasiones, amasaba esas exiquisitas "sopaipas" en la mesa de su cocina, el lugar acostumbrado de las dos en esas largas tardes de niñez.
Aún me parece verla con esos lentes de marco grueso, mirando a través de ellos la receta escrita en una hoja amarillenta por los años. El tiempo es tan distinto cuando se es niña; para mí el tiempo que demoraba la preparación de las recetas de la abuela eran una eternidad. Sin embargo, hoy por hoy me doy cuenta que no es demasiado tiempo...
Y esa especie de admiración que tengo guardo por mi abuela me hacía disfrutar cada momento compartido con ella. Aunque hoy no está conmigo, me parecía verla sentada esta tarde en la cocina. Quizás lo realmente rico de esa cocina no era la mezcla adecuada y perfecta de los ingredientes, sino ese ingrediente infalible para que las cosas salgan bien: cariño. Y a veces creo estar escuchando ese comercial de la TV donde aparecen las mamás (y no sé por qué ya no aparecen abuelitas cocinando, era un motivo recurrente de la TV de los '80s), en la cocina, preparando algo de comer, y los niños preguntando cosas. Y es cómico verlo, pues yo con mi madre no compartí nunca la cocina, sino hasta hace un par de años, como una manera de perpetuar el recuerdo de mi abuela.
Las recetas las guardo en mi mente como si siempre las hubiera conocido; y aunque jamás con mi propia abuela jamás cociné algo, ella sí me enseñó cómo hacerlo, y hasta me hizo participar de sus miles de queques, tortas, pasteles y repostería en general - desde chica me gustaron mucho los dulces -, leyendo las recetas y conversando sobre la vida.
Y será por eso, entonces, que no me resulta árido ponerme frente a un mesón de la cocina y empezar a mezclar cosas. "Los químicos son buenos cocineros", leí alguna vez por ahí, y es lógico que así sea, estamos acostumbrados a seguir protocolos al pie de la letra para que las cosas resulten.
Y como era de esperar, hoy, después de esperar tanto una lluvia como ésta, me puse frente al mesón y preparé las sopaipillas más exquisitas de toda mi vida - aunque un poco saladas eso sí - , y no porque las haya hecho yo, sino porque era la receta de mi abuela, y porque, en el fondo, en esa preparación, estaba su mano y su cariño.
Sopaipillas a la "Haemoglobin". :-D
De fondo: "We are broken", Paramore.
Aún me parece verla con esos lentes de marco grueso, mirando a través de ellos la receta escrita en una hoja amarillenta por los años. El tiempo es tan distinto cuando se es niña; para mí el tiempo que demoraba la preparación de las recetas de la abuela eran una eternidad. Sin embargo, hoy por hoy me doy cuenta que no es demasiado tiempo...
Y esa especie de admiración que tengo guardo por mi abuela me hacía disfrutar cada momento compartido con ella. Aunque hoy no está conmigo, me parecía verla sentada esta tarde en la cocina. Quizás lo realmente rico de esa cocina no era la mezcla adecuada y perfecta de los ingredientes, sino ese ingrediente infalible para que las cosas salgan bien: cariño. Y a veces creo estar escuchando ese comercial de la TV donde aparecen las mamás (y no sé por qué ya no aparecen abuelitas cocinando, era un motivo recurrente de la TV de los '80s), en la cocina, preparando algo de comer, y los niños preguntando cosas. Y es cómico verlo, pues yo con mi madre no compartí nunca la cocina, sino hasta hace un par de años, como una manera de perpetuar el recuerdo de mi abuela.
Las recetas las guardo en mi mente como si siempre las hubiera conocido; y aunque jamás con mi propia abuela jamás cociné algo, ella sí me enseñó cómo hacerlo, y hasta me hizo participar de sus miles de queques, tortas, pasteles y repostería en general - desde chica me gustaron mucho los dulces -, leyendo las recetas y conversando sobre la vida.
Y será por eso, entonces, que no me resulta árido ponerme frente a un mesón de la cocina y empezar a mezclar cosas. "Los químicos son buenos cocineros", leí alguna vez por ahí, y es lógico que así sea, estamos acostumbrados a seguir protocolos al pie de la letra para que las cosas resulten.
Y como era de esperar, hoy, después de esperar tanto una lluvia como ésta, me puse frente al mesón y preparé las sopaipillas más exquisitas de toda mi vida - aunque un poco saladas eso sí - , y no porque las haya hecho yo, sino porque era la receta de mi abuela, y porque, en el fondo, en esa preparación, estaba su mano y su cariño.
Sopaipillas a la "Haemoglobin". :-D
De fondo: "We are broken", Paramore.