sábado, marzo 24, 2007

The chemistry that moves the body.

¿Se han fijado que un sólo gesto, una palabra, puede llevarnos de la risa al llanto, de la felicidad a la tristeza, y viceversa?
Suena como prólogo de un libro, en el cual siempre se asocia la respuesta impulsiva y lógica del cuerpo (mente) hacia un estímulo.
Pensaba en que una simple palabra escrita en una pantalla puede cambiar tu vida. Que cientos y miles de kilómetros de distancia igual duelen, hieren, a través de la cibernética, y que causan el mismo dolor que si alguien lo hubiera dicho frente a ti.
Las sinapsis de las neuronas transmiten un mensaje codificado como miles de fotones emitidos desde la pantalla; la retina los traduce en una palabra, y esa palabra a su vez se traduce en millones de otros impulsos, entre ellos, las rebeldes lágrimas de los ojos, que se niegan a salir. Esa opresión en el pecho, una palabra en forma de improperio que se atora por salir, todo eso, se termina de traducir a una palabra con la cual asignamos ese estado generalizado: tristeza.
¿Qué es tristeza? Los científicos lo asociamos a los desórdenes provocados por el estímulo que en principio nos hace "sentir". Las endorfinas liberadas como transmisores químicos llevan la información: "bajen las revoluciones".
Es esa "sensación" que nos mantiene sin fuerzas, abatidos, sin ganas de nada, eso es producto de nuestro sistema parasimpático funcionando... Y todo por un miserable estímulo. Todo por culpa de no sentirse correspondido, aceptado.
Cabe preguntarse si acaso todo rige de igual forma en el organismo. Sí, efectivamente, la felicidad, antagónicamente, eleva los procesos y nos hace sentir de ánimo, con fuerzas y con mucha energía. Cualquier estímulo que nos haga sentir de una forma u otra, nos puede llevar al estado opuesto en cuestión de minutos. Así es la química de la vida... un momento estás en un lado, y ya al segundo puedes estar en el otro...

jueves, marzo 15, 2007

Tanto por nada...

Después de 3 meses, encontré trabajo. Sí, para hacer clases en una universidad tradicional (como dice un amigo), pero trabajo al fin.
Saber que a alguien le importan tus 4 hojas de currículum, los cursos y el magister, es una buena señal; es como para saltar de alegría que por fin importa lo que haces realmente...
Pero... siempre hay un pero! Nunca piensas que en tus referencias, del único trabajo por el cual me desempeñé casi 4 años, y por el cual di el "todo por el todo", mojé la camiseta sin que nadie me dijera aunque fuera un "gracias"... Sí, ese trabajo, se dio el lujo de difamarme...
Eso me hizo sentir triste. Quisiera haberme parado de la silla de mi entrevistador o que me tragara la tierra ahí mismo, porque digámoslo con todas sus letras: no soy fácil de carácter, pero de ahí a que yo hago mi trabajo mal... ¡ESO JAMAS! Los rumores que hayan dicho de mí en mi anterior trabajo, sobre "haber tenido problemas", "ser una persona conflictiva", eso me dio pena. Siempre van a importar otras cosas que nada se relacionan a mi trabajo, el cual hago con mucha pasión y dedicación, y los problemas que haya tenido nunca involucraron a otras personas que no fueran las directas, y que tampoco eran tantas.
A mi entrevistador, que notó la incomodidad, le pareció que todo era eso, un rumor, y se quedó tan perplejo como yo con este desayuno, cuando le di una carta escrita por mi anterior jefa, recomendándome. Yo aún no salgo de esta impresión, me siento decepcionada, porque pese a las cosas malas que todos los trabajos tienen, mi bronca nunca fue directa con mis jefes, sino con el sistema universitario en donde estaba inmerso mi trabajo, y soy de la idea de que hay que manifestar disconformidad con ciertas cosas. De todas formas, le dije a mi futuro "jefe", que no quería problemas, y que cualquier problema, no hablaría de más y le diría directamente a él. No quiero atados de ninguna índole. Quiero estar tranquila... y hacer mi trabajo, como siempre lo he hecho y lo he sabido hacer: BIEN.


De fondo: "Save a prayer", Duran Duran.

miércoles, marzo 07, 2007

En busca del eslabón perdido.

Alguna vez todos perdemos el rumbo. Sí, y ésta no ha sido la excepción.
Hoy es uno de aquellos días donde al mirarte al espejo encuentras 2 canas nuevas en el pequeño tinte gris que se asoma a tus sienes. Llevas 3 meses sin trabajo. Empiezas a preguntarte: "¿Dónde quedó toda esa admiración por el trabajo que sentían tus jefes...?"
No es hora de lamentarse. En un mismo día del año pasado supe 3 cosas con certeza: que perdía mi trabajo, que perdía una relación y que perdía el rumbo de mi vida. Hay que caer bien profundo para poder mirar atrás y darse cuenta de los errores. Me convenzo de que no volveré a cometer los errores del pasado, pero es tan difícil cuando nadie te quiere perdonar ni esperar a que resuelvas tu vida...
Creo que tal vez debo ser menos egoísta que lo que he dejado de ser. Convencerme que un día tu ex pareja tendrá a otra persona, y que debo asumirlo. Que en tu trabajo eres reemplazable, que cualquiera puede hacer tu trabajo. Que algún día me puedo volver a enamorar y que voy a olvidarme de todo. Que los amigos nunca han sido para siempre... y las amigas menos...
Y estas cosas que de repente pienso... son antesala de algún texto pronto que pueda salir de tanta melancolía, como lo fueron mis años de proliferante escritura.


De fondo: "Hear it from you", Gin Blossoms.