miércoles, abril 04, 2007

Lost.

Este es un texto olvidado, escrito después de haber tenido una de esas conversaciones con alguien de confianza, en las que se intenta arreglar el mundo.


Hay cosas que suceden sólo una vez en la vida, irrepetibles, especiales. De esas en las que puede estar pensándose días, meses, años, sin que el recuerdo se borre de la mente.

Han pasado casi diez años desde la primera vez en que la relatividad de la vida pasó a ser un constitutivo mío. En dos palabras: me enamoré (por primera vez). Desde ese día las cosas cambiaron para siempre, como alguna vez lo dije. De ahí en adelante volví a “enamorarme” – o creí haberlo estado -, varias veces, cada una distinta a otra. Pero diez años más tarde, sentada en el mismo lugar de antaño, mi mente vuelve a remover el polvo añejo de los recuerdos, los que de pronto, se mezclan con la realidad.

El pasado siempre retorna. Después de haber dejado atrás mis malos momentos y haber disfrutado los buenos, una se encuentra con la encrucijada si acaso vale la pena mirar un poco atrás. Sentada, mirando hacia la calle, desde el tercer piso, veo los autos pasar por la calle aledaña a mi trabajo. Esa ávida rutina, siempre igual, mirando la gente pasar, los mismos personajes, el mismo cuadro repetido una y mil veces durante estos años, me hacen reparar en los detalles imperceptibles del día a día. Que la rutina de mi trabajo es suficientemente aburrida, que el motor que mueve mi vida casi no tiene combustible y está propenso a acabarse... Sólo así logro reparar en el hecho que hace falta un cambio en la vida, antes de que el tiempo agote las posibilidades de cambio, si las hay.

Esto no es la segunda parte de aquella serie de treinteañeros locos por el sexo. No al menos en esta primera parte. Ese detalle es de cada cual, de cómo maneja su vida, es personal. Claro, a veces ese simple acto define tu vida para siempre y la ata a algún extraño deseo, una atracción cuasi fatal. Y como si fuera poco, a veces afecta a tu vida… aunque sea la intimidad de otro.

No sé cuántas veces he empezado a escribir esta historia, las veces en que me veo al espejo cada mañana, y después de mirarme sin verme mucho tiempo, cuando me observo con detalle, descubro con un dulce pavor que unos rebeldes hilos plateados comienzan a asomarse tímidamente en mis sienes. Sonrío, pero a la vez siento que se me está acabando el tiempo para todo, que el rollo estúpido con mi edad y mis vivencias empieza a hacerse más persistente, desde que pasan cosas y no las he sabido aprovechar, creyéndome que tengo toda una vida para hacerlo, y resulta que ya casi la mitad de mi vida pasó… y aún sigo estando de pie donde mismo. Mmmm… mal comienzo. Y bueno, la vida da otros giros de repente. Como que nada sale bien. Como que empiezas a envidiar sanamente a los que están a tu lado, y esa envidia de no poder estar bien te carcome, y no sabes qué hacer con tanto fracaso junto… Si pudiéramos llamarlo fracaso.


De fondo (ahora): "Sé mi aire", Cristian Castro.

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