Si este blog se ha convertido en una extensión cibernética de mi antiguo y no menos vilipendiado diario de vida (escrito con mi puño y letra), este quizás debiera ser uno de esos días en los cuales he gastado varias hojas en exponer un tema cualquiera de importancia personal.
Estoy frente al curioso paradigma de la conducta humana que cada vez me sorprende más. ¡Cómo puede afectar a una persona una decisión tan difícil, como es olvidarse de alguien! El amor no correspondido, tema inagotable para Shakespeare, explotación máxima del drama por parte de Corín Tellado; en otras palabras, nada más ni menos que la vida en sí.
Los que han pasado malos ratos parecidos a este sabrán a qué me refiero en realidad; son sólo sumas de cosas que parecen pequeñas, pero que su potenciación deja a cualquiera sin energías.
Como estudiante de ciencias (aún, pero en otra dimensión), y estudiosa de la vida (algo que he aprendido a la fuerza, y cómo no, si mi vida en sí está rodeada de aventuras y situaciones dignas de novela), siempre me asombro, al filo del atardecer, que tengo sólo una razón para mirar hacia adelante. Que soy sólo yo. Que no hay nadie más (por ahora). Que mis errores ya han salido bastante caros, que mi amor entregado es mil veces mayor al mío propio, que mientras no sepa lo que quiero hacer con mi cuerpo prefiero experimentar... como en la ciencia...
Frente al computador pienso en eso. En lo de solo yo. Porque miro a mi alrededor y estoy siempre yo dando energía al lugar, casi nunca hay alguien que respire mi aire. Y lo malo de eso es que somos animales de costumbres, y las malas costumbres siempre se aprenden más rápido.
Estoy frente al curioso paradigma de la conducta humana que cada vez me sorprende más. ¡Cómo puede afectar a una persona una decisión tan difícil, como es olvidarse de alguien! El amor no correspondido, tema inagotable para Shakespeare, explotación máxima del drama por parte de Corín Tellado; en otras palabras, nada más ni menos que la vida en sí.
Los que han pasado malos ratos parecidos a este sabrán a qué me refiero en realidad; son sólo sumas de cosas que parecen pequeñas, pero que su potenciación deja a cualquiera sin energías.
Como estudiante de ciencias (aún, pero en otra dimensión), y estudiosa de la vida (algo que he aprendido a la fuerza, y cómo no, si mi vida en sí está rodeada de aventuras y situaciones dignas de novela), siempre me asombro, al filo del atardecer, que tengo sólo una razón para mirar hacia adelante. Que soy sólo yo. Que no hay nadie más (por ahora). Que mis errores ya han salido bastante caros, que mi amor entregado es mil veces mayor al mío propio, que mientras no sepa lo que quiero hacer con mi cuerpo prefiero experimentar... como en la ciencia...
Frente al computador pienso en eso. En lo de solo yo. Porque miro a mi alrededor y estoy siempre yo dando energía al lugar, casi nunca hay alguien que respire mi aire. Y lo malo de eso es que somos animales de costumbres, y las malas costumbres siempre se aprenden más rápido.
Y mejor me voy a dormir, que harta falta me hace.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario