domingo, marzo 19, 2006

4...


La música invade mis oídos de forma perniciosa. Mi cabeza da vueltas entre miles de recuerdos, como un radar flotando en la inmensidad del mar. Es una sucesión de imágenes que se chocan con el radar, todas concretas, pero el radar busca sólo algunas, guiadas por la música.
Son los recuerdos. Los malditos recuerdos.
Busco con desesperación una fotografía que he retenido en mi mente durante años, le pregunto a mi amiga si ella la tiene, me dice que me la dio. No la encuentro.
Mientras el radar musical sigue chocando con las imágenes, cada vez más claras.
No quiero asimilarlas más en mi mente. Pero demonios, la música deja esa sensación, esa de creer que has olvidado algo con el paso del tiempo, mas basta sólo un acorde para quedar totalmente desarmada...
Lucybell y sus canciones acrecientan ese paseo de recuerdos. ¿Por qué no puedo oír un disco sin pensar en absolutamente nada?
No, por supuesto que no.
Y Lucybell como sus canciones son un mar sin fondo. Es una pared traslúcida.
No puedo borrar lo que hay ahí. No puedo borrar a los que estaban ahí.
Son como una imagen indeleble, un tatuaje.
Tengo la imagen, sí, la misma... es mi pesadilla de lo que fue y no volvería a ser.
Pero ahí estamos, los cuatro, cuando ninguno pensaba en lo que pasaría. Sólo éramos los cuatro, el presente y la felicidad.
A mis espaldas estaba escrita la traición por enésima vez, pero nunca la esperé...
Ahora son sólo una imagen... una entre las miles que alguna vez chocaron con el torpe radar de mis recuerdos.
Y se van difuminando con el tiempo.
Cuando no queda dolor, sólo el recuerdo de lo que fue.


A los que algún día fueron mis amigos... ese sentimiento sólo se vive una vez y cuando se quiebra, no hay remedio...

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