El pasado está de vuelta. Por más que trato de borrar todo y parecer un computador con disco nuevo, es peor. Hay un lugar en el cerebro donde, por más que se provoquen cambios y se adultere, las neuronas no dejan de hacer sinapsis. Los recuerdos están ahí.
Y así mismo como de repente, pasados los años, hay ciertos recuerdos que quedan archivados en el estante de más adentro, sólo un detalle hace que vuelvan a la primera plana. El encuentro más inesperado de lo que lleva corrido del año se produjo ayer: el encuentro con un "ex", mi primer pololo, en la salida de un centro comercial, después de 3 años o más. Sin duda, el tiempo pasa, su cabello que era semi poblado de canas ahora está más blanco. Su estilo deportivo de vestir ya era más formal, y por qué no decirlo, la edad le sienta bien. Ese encuentro muy familiar y ameno me hizo preguntarle al amigo que me acompañaba de cómo ha pasado el tiempo... Mirándome al espejo vuelvo a ver que efectivamente el tiempo ha pasado de forma precipitada, que aquellos años universitarios, donde no tenía mucho de qué preocuparme, ya pasaron; que una vive de utopías baratas mientras los padres te mantienen, pero una vez que te ganas los porotos es distinto.
El tiempo pasó tan rápido que no me di cuenta cuando me dormí una noche de 24 años y me desperté otra completamente distinta, a los 29. Mi Niño se enojaría con este comentario, pues siempre me ha dicho que soy joven, pero mi biología y mi cara no dicen lo mismo. Hay que aceptarlo con más convicción que antes: que el tiempo pasó.
Y los recuerdos no. ¡Por supuesto que no! Qué inteligente es el cerebro humano de traer como un procesador de última generación, las memorias sobre algo tan remoto. Fue bonito recordar lo que algún día fue la alegría de mis días, y que hoy, tantos años más tarde, me sienta triste por otra cosa...
En fin, nada de pensamientos tristes hoy. Fue bueno encontrar mi pasado por ahí y entender que El de Allá Arriba me dio la capacidad de perdonar, pero no olvidar. Porque lo bueno se recuerda y lo malo, se corrige. Así de simple.
De fondo: "Paisaje", Franco Simone.
Y así mismo como de repente, pasados los años, hay ciertos recuerdos que quedan archivados en el estante de más adentro, sólo un detalle hace que vuelvan a la primera plana. El encuentro más inesperado de lo que lleva corrido del año se produjo ayer: el encuentro con un "ex", mi primer pololo, en la salida de un centro comercial, después de 3 años o más. Sin duda, el tiempo pasa, su cabello que era semi poblado de canas ahora está más blanco. Su estilo deportivo de vestir ya era más formal, y por qué no decirlo, la edad le sienta bien. Ese encuentro muy familiar y ameno me hizo preguntarle al amigo que me acompañaba de cómo ha pasado el tiempo... Mirándome al espejo vuelvo a ver que efectivamente el tiempo ha pasado de forma precipitada, que aquellos años universitarios, donde no tenía mucho de qué preocuparme, ya pasaron; que una vive de utopías baratas mientras los padres te mantienen, pero una vez que te ganas los porotos es distinto.
El tiempo pasó tan rápido que no me di cuenta cuando me dormí una noche de 24 años y me desperté otra completamente distinta, a los 29. Mi Niño se enojaría con este comentario, pues siempre me ha dicho que soy joven, pero mi biología y mi cara no dicen lo mismo. Hay que aceptarlo con más convicción que antes: que el tiempo pasó.
Y los recuerdos no. ¡Por supuesto que no! Qué inteligente es el cerebro humano de traer como un procesador de última generación, las memorias sobre algo tan remoto. Fue bonito recordar lo que algún día fue la alegría de mis días, y que hoy, tantos años más tarde, me sienta triste por otra cosa...
En fin, nada de pensamientos tristes hoy. Fue bueno encontrar mi pasado por ahí y entender que El de Allá Arriba me dio la capacidad de perdonar, pero no olvidar. Porque lo bueno se recuerda y lo malo, se corrige. Así de simple.
De fondo: "Paisaje", Franco Simone.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario