Esta vez no hablaré de mí (es raro, pues el blog es mío y se supone que es para eso). Es un cuento extraño, con música romántica de fondo, no hablar de mí precisamente, pero esto igual se relaciona conmigo, o al menos, me afecta; todo lo que me hace pensar de más, en cierta forma me afecta...
Hoy en la mañana estaba a punto de irme a mis clases y llegaron 2 pacientes. Eso no suele suceder al menos que estén citados, y acá la cosa no es con citación. Después la información me llegó completa y supe que era un matrimonio. Por razones de ética y trabajo no puedo decir dónde me desempeño, pero sí puedo decir que estoy encargada de realizar exámenes de monitoreo para una enfermedad - hasta ahora - incurable. El matrimonio estaba afectado de la enfermedad.
Esos detalles no incomodan - ya con el paso de los años me acostumbré a tratar con pacientes y con la enfermedad en sí -, sólo que los pacientes son como niños que esconden la culpa después de haber roto un cristal de la vecina. Sólo una madre conoce a sus hijos y sabe cuando les mienten, pero ¿quién entiende a los padres que no les dicen nada a sus hijos y luego ellos solos descubren la verdad?
Yo suelo no tratar con pacientes por un tema personal; no me siento capacitada para tanta carga emocional. Esta historia la escuchó mi colega en la sala de toma de muestras.
Por unas horas al día, mi colega, la enfermera y yo somos la única familia de los pacientes aquejados de una enfermedad incurable, más encima, juzgada por la sociedad. Quizás eso me impide poder tener una relación profesional con ellos, porque los comprendo. Esas personas necesitan que alguien las escuche y no las juzgue; el azar del destino ha jugado con muchos por infectarse, a veces, sin desearlo.
¿Una esposa contagiada por su esposo? Ahí chocan mis valores con la realidad. Mi concepto de fidelidad es demasiado fuerte. El esposo le fue infiel a su esposa y se contagió, luego él contagió a su esposa. El no lo sabía. Ella tampoco, pues confiaba en él... Y luego... Es como morir dos veces cuando sabes de un paraguazo que: 1) tu esposo te fue infiel y se contagió de una enfermedad incurable, y 2) sin saberlo te contagia a ti y pasas a ser una más de las mujeres contagiadas accidentalmente, o sea, una víctima...
Y lo peor no es eso. Lo peor es negarlo. Es pretender que la vida sigue igual, que nadie debe saberlo. Y aquí viene mi inquietud: ¿tu familia debe saberlo? ¿Tus hijos? ¿Vale la pena tener un pacto hasta la muerte con tu esposo de guardar silencio?
¿Qué es peor para los familiares? ¿Enterarse que han caido enfermos por una enfermedad que conocen, o que caigan sin razón a un hospital y les digan que están infectados de una enfermedad incurable, sin ellos saberlo?
No lo sé, si me lo preguntan a mí. Yo sólo diría que no quisiera ser familiar de ellos y enterarme en una situación límite... Preferiría sufrir sólo una vez.
Espero que aquel matrimonio encuentre la paz y la tranquilidad que necesitan en estos momentos...
Hoy en la mañana estaba a punto de irme a mis clases y llegaron 2 pacientes. Eso no suele suceder al menos que estén citados, y acá la cosa no es con citación. Después la información me llegó completa y supe que era un matrimonio. Por razones de ética y trabajo no puedo decir dónde me desempeño, pero sí puedo decir que estoy encargada de realizar exámenes de monitoreo para una enfermedad - hasta ahora - incurable. El matrimonio estaba afectado de la enfermedad.
Esos detalles no incomodan - ya con el paso de los años me acostumbré a tratar con pacientes y con la enfermedad en sí -, sólo que los pacientes son como niños que esconden la culpa después de haber roto un cristal de la vecina. Sólo una madre conoce a sus hijos y sabe cuando les mienten, pero ¿quién entiende a los padres que no les dicen nada a sus hijos y luego ellos solos descubren la verdad?
Yo suelo no tratar con pacientes por un tema personal; no me siento capacitada para tanta carga emocional. Esta historia la escuchó mi colega en la sala de toma de muestras.
Por unas horas al día, mi colega, la enfermera y yo somos la única familia de los pacientes aquejados de una enfermedad incurable, más encima, juzgada por la sociedad. Quizás eso me impide poder tener una relación profesional con ellos, porque los comprendo. Esas personas necesitan que alguien las escuche y no las juzgue; el azar del destino ha jugado con muchos por infectarse, a veces, sin desearlo.
¿Una esposa contagiada por su esposo? Ahí chocan mis valores con la realidad. Mi concepto de fidelidad es demasiado fuerte. El esposo le fue infiel a su esposa y se contagió, luego él contagió a su esposa. El no lo sabía. Ella tampoco, pues confiaba en él... Y luego... Es como morir dos veces cuando sabes de un paraguazo que: 1) tu esposo te fue infiel y se contagió de una enfermedad incurable, y 2) sin saberlo te contagia a ti y pasas a ser una más de las mujeres contagiadas accidentalmente, o sea, una víctima...
Y lo peor no es eso. Lo peor es negarlo. Es pretender que la vida sigue igual, que nadie debe saberlo. Y aquí viene mi inquietud: ¿tu familia debe saberlo? ¿Tus hijos? ¿Vale la pena tener un pacto hasta la muerte con tu esposo de guardar silencio?
¿Qué es peor para los familiares? ¿Enterarse que han caido enfermos por una enfermedad que conocen, o que caigan sin razón a un hospital y les digan que están infectados de una enfermedad incurable, sin ellos saberlo?
No lo sé, si me lo preguntan a mí. Yo sólo diría que no quisiera ser familiar de ellos y enterarme en una situación límite... Preferiría sufrir sólo una vez.
Espero que aquel matrimonio encuentre la paz y la tranquilidad que necesitan en estos momentos...
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