domingo, marzo 12, 2006

Once upon a time...

Cada vez que miro esta fotografía, me provoca la misma sensación. Una sensación agradable de nostalgia. Una reunión familiar, las bodas de plata de la tía Elsa y el tío Lelo.



La observo y además de alegrarme por la reunión de la familia, me doy cuenta que los años no pasan en vano. Esto debe haber sido hace unos 18 años más o menos. Mis abuelos aún vivían, de hecho, aparecen en la fotografía. Yo debo haber tenido unos 12 años... No estaba yo presente ahí, no fui porque era "chica".
La importancia de esta fotografía no es tan solo que retrata a un grupo de asistentes a una celebración, sino mucho más que eso.
Por ejemplo, a la fecha hay dos filas de asistentes que prácticamente no están... Todos aquellos abuelitos de canos cabellos de la segunda y tercera fila nos han dejado, a excepción de dos de ellos: la tía Blanca y la tía Ema. Si vivieran los demás, estarían en la novena década de sus vidas.
L@s niñ@s que asistieron, ahora ya bordean la treintena o están pasados de esa edad, titulados y algunos casados con hijos.
Los adultos que ahí parecen de mediana edad ahora son adultos con edades entre los 56 y los 70 años. La señora gordita de la derecha, vestida de negro, la tía Nena Gaete, era relativamente joven y falleció repentinamente de un ataque cardíaco hace unos 5 o más años atrás.
Muchos de los adultos de mediana edad, hijos de los abuelitos octogenarios y nonagenarios, ya son abuelos en su mayoría. Casi todos l@s abuelit@s conocieron a sus nietos y los disfrutaron bastante tiempo.
Una familia ciertamente longeva. Los patriarcas y matriarcas de la familia llegaron más allá de los 80 años antes de dejarnos, todos gozaban de una salud envidiable, y disfrutaron su vida en plenitud. Y sus mentes recordaban aún con nostalgia las reuniones familiares, los malones y matrimonios celebrados en casa.
Este es mi humilde homenaje a aquella parte de mi familia, parte de la historia de mi vida, en especial a los abuelitos que allí no están, entre ellos mis dos abuelos. Tuve la dicha de conocerlos y disfrutarlos hasta hace muy poco, y eso es algo que no tiene precio...

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